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Crónica


Con rostros de vagón, con rostro de Metro

Mariana Flórez Palacio

La mayoría de pasajeros que viajan en el Metro van tan inmersos en su propio mundo que casi nunca llegan a descubrir que en las instalaciones del sistema hay gente que se destaca, que casi siempre está allí en horarios similares día tras día y que es tan frecuente su presencia que llegan a hacer parte de los relatos que contamos cuando descendemos del Metro.

En un viaje que comienza en la estación Universidad a las ocho de la mañana un día, a las once en Caribe otro día, a las dos en Estadio, a las cinco en San Antonio, a las ocho en Sabaneta y que cada uno de esos días termina en Tricentenario; se pueden encontrar un sinfín de personajes, porque viajar en las sillas de este sistema nos permite ver toda la diversidad de personalidades que componen nuestra sociedad y que de una u otra forma amenizan nuestra existencia desde que el sol sale hasta la hora en que se pone. En el trajín del día a día muchas veces se ignoran de manera inconsciente todos los personajes que se destacan en cada lugar que frecuentamos, en el caso del Metro hay un sinfín de personajes que parecen haberse ganado un lugar en los recorridos del sistema y también poco a poco en nuestra memoria.

El “pide puestos” aparece a cualquier hora del día, siempre sin avisar y por lo general siendo interpretado por un hombre, él se encarga de pregonar: “un puesto para la señora, un puesto para la niña, un puesto para la abuelita”…y cuando el puesto no aparece interpreta la siguiente línea en el libreto: “no se maten, no corran tanto, cuidado se mueren con todos esos puestos que ofrecen”; sin embargo, la gente por lo general hace caso omiso de sus diálogos y continúan con su actuación estelar de sueño de comercial de almohadas, con sus cuerpos y caras cansadas de interpretar papeles en este circo al que llamamos vida, con la vista perdida, con los audífonos a todo volumen, la cabeza en otra parte y los acordes tratando de callar a la realidad, lo sé porque yo también he actuado esos papeles, desde personaje que no ve y que no escucha hasta el personaje que no siente dolor por el otro y no hay necesidad de mentir, tanto ellos como yo no hemos sentido y creo que no llegaremos a sentir la voluntad desinteresada de ceder el puesto, así pues, al final el “pide puestos” siempre termina obteniendo lo que pide: una silla para el que la necesita, aunque al que se pare le duela en el alma y en los pies aguantase quince minutos parado en el tumulto.

El “sacado en la estación equivocada”, este personaje aparece solo en las horas pico y su existencia se debe en parte a su falta de sentido común, siempre se para al lado de las puertas aunque se baje en cinco o diez estaciones más adelante, indignado protesta cuando la gente comienza a empujarlo cuando se bajan en su estación, al final termina en una estación que no es de su destino; Juliana me acompaña hoy en este recorrido, a eso de las 6:15 p.m. no hemos podido entrar a ninguno de los cinco trenes que han pasado, pero esperamos con esperanza a que el sexto si sea en el que nos podamos subir; cuando el tren se detiene y se abren las puertas la gente comienza a descender entre empujones y localizamos con la mirada a unos travestis que están al lado de la puerta y no se van a bajar en esta estación mientras son empujados y agredidos verbalmente por estorbar, la gente entre empujones termina sacando a uno de ellos y los otros se enojan y comienzan a gritar a quienes empujaron al otro, entre el forcejeo y los gritos a uno de los travestis llamado Carlos se le cae un saco a las vías del metro, este comienza a llorar y le dice a sus amigos que lo esperen en la estación a la cual se dirigen, luego se baja del metro y las puertas se cierran, arranca a decirle a un bachiller que le saque el saco de las vías del tren, a mi lado Juliana se ríe y comienza a decir que para tanto show el saco debe ser divino, por lo menos de GAP o de Pull and Bear y seguimos conversando de trivialidades hasta que Carlos llega con el bachiller que en sus manos trae un palo con un garfio para sacar el saco, cuando el palo comienza a subir Juliana y yo nos miramos a la cara y comenzamos a destornillarnos de la risa inmediatamente, el saco de Carlos era más un trapo para limpiar en la cocina que algo que uno merezca ponerse encima, de tela de franela, manchado y feo…tanto escándalo vino a terminar en la búsqueda y posterior descubrimiento de un trapo manchado y las risas de la gente que vio todo el show del peculiar “sacado en la estación equivocada”.

La “chismosa”, por lo general se pasea en los vagones entre las dos y las cuatro de la tarde, justo a la hora en que haya menos gente en el sistema este peculiar personaje aparece, sus acciones principales son mirar de reojo a los celulares de la gente y para el radar, es decir, las orejas para estar atentas al chisme que pueda estar circulando entre las personas con las que comparte vagón, este personaje es sigiloso, muy atento y siempre está al acecho del culebrón que pueda escuchar, porque nunca se sabe que las “noticias” que viajan de boca en boca o chat a chat puedan necesitar de un tercero que se entere.

El “dormido”, siempre viaja en el sistema entre las cinco y media y las nueve de la noche, siempre lleva los audífonos puestos, la cabeza recostada y la boca abierta, tiene el don de despertar siempre en la estación que se tiene que bajar o en su defecto en la anterior a esta; causa envidia entre los pasajeros cansados que por lo general van de pie en el sistema. No se destaca por mayor cosa que dormir, pero de manera inevitable todos los días hace su aparición estelar frente a los demás pasajeros.

El “hablo duro por teléfono, hablo con todo el vagón”, casi siempre este personaje está caracterizado por un viejito o una viejita que pasa de los 60 años o por una mamá enojada, los primeros tienen conversaciones por lo general con sus hijos o con familiares e informan casi que por los parlantes del sistema que ya van a llegar a donde se van a encontrar, las mamás están regañando a los hijos, los están mandado a hacer algo o simplemente están echándoles cantaleta como todas las mamás; se dejan ver en la mañana o en las horas pico, es difícil encontrar a estos personajes en la tarde cuando el no hay demasiados usuarios.

El “solidario”, es un personaje que realiza acciones con la más profunda compasión y con todas las ganas del mundo aunque el cansancio sea mucho, a estos personajes los veo hace más de un mes entre las seis y las ocho de la noche en Tricentenario, allí la plataforma eléctrica para personas con movilidad reducida lleva todo este mes mala y esas personas que deciden caracterizar a este personaje cargan con una sonrisa en el rostro a cuanto pasajero en silla de ruedas necesite subir hasta la salida de la estación, le hacen ameno el rato a quien carga, conversan los tres minutos que se demora la subida con esa persona, se despiden, le sonríen y en esa sonrisa le dejan a esa persona el sabor de esperanza, de amor al prójimo y de fe en la humanidad a pesar de las adversidades.

Se puede narrar acerca de mil personajes más, pero sin lugar a dudas el personaje que más se destaca es el usuario común del sistema que no necesita etiquetas ni capas en su espalda para resaltar, ese que no come en el sistema por respeto a quienes hacen el aseo y porque lo mueve su sentido de pertenencia para con el sistema, esas personas que le brindan una sonrisa al otro con quien su mirada se cruce, es esa gente que de forma directa e indirecta incita a vivir la vida con ojos nuevos, con caras amables cargadas de sonrisas, esa gente que después de haber madrugado y trasnochado la noche anterior, después de todo un día de trabajo baja de los vagones alegre por lo bueno y por lo malo que trae la vida y me da un poquito de envidia, como dijo Cerati: “sacar belleza de este caos es virtud”, y de alguna forma eso es lo que hace esa gente, la gente del común, la gente con rostros de aquí y de allá, con rostros de vagón, con rostro de Metro.


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